Domingo Octubre 26, 2025
Queridos hermanos y hermanas,
Es fundamental distinguir entre la arrogancia personal y la confianza genuina. Por un lado, las personas seguras de sí mismas reconocen sus fortalezas y capacidades con una profunda seguridad en sí mismas, inalterada por las circunstancias, las influencias del entorno o la envidia de los demás. Confían en sus capacidades, pero esta confianza se basa en la humildad. Las personas seguras de sí mismas están abiertas al aprendizaje, al cambio y al crecimiento. Reconocen sus debilidades, buscan áreas de mejora y admiten fácilmente sus errores. Además, son generosas al apoyar y colaborar con los demás, siempre dispuestas a ayudar a quienes las rodean a progresar y alcanzar el éxito. Por otro lado, la arrogancia surge de una frágil autoestima, que depende de la validación externa para sentirse segura. Las personas arrogantes buscan engrandecerse menospreciando a los demás y tienen poco interés en el crecimiento personal o en aprender de sus defectos. A menudo se jactan de sus logros y minimizan o desestiman las contribuciones y los éxitos de los demás, todo ello en un esfuerzo por afirmar su superioridad y ganar admiración. En resumen, mientras que la confianza se basa en la seguridad en uno mismo, la humildad y el respeto por los demás, la arrogancia se basa en la inseguridad y la necesidad de validación externa. La confianza fortalece y eleva a quienes nos rodean, mientras que la arrogancia crea di-visión y fomenta el conflicto, ya sea dentro de las familias, las comunidades o la sociedad en general.
La parábola del fariseo y el publicano ilustra claramente la diferencia entre la arrogancia y la confianza. Por un lado, el publicano podría confiar en su posición, su trabajo y su vida cómoda. Sin embargo, cuando se acerca a Dios, su confianza no se basa en la superioridad. Más bien, se acerca con humildad, reconociendo sus debilidades y su pecado. Al mantener la distancia, muestra profunda reverencia y reconoce su necesidad de la misericordia de Dios. Su confianza se basa en la humildad, no en elevarse por encima de los demás. Por otro lado, el fariseo se acerca a Dios con arrogancia y se niega a reconocer sus propias deficiencias. Se centra únicamente en sus logros, se exalta a sí mismo y cree que no tiene nada que mejorar. En su orgullo, se pone por encima del recaudador de impuestos, lo critica y lo condena. Esta arrogancia le impide ver su propia necesidad de gracia. Como resultado, irrespeta la dignidad de los demás, se distancia de Dios y se hace indigno de recibir su misericordia.
¡Sinceramente suyo en Jesucristo y Nuestra Señora de La Vang!
Reverendo Kiet Anh Ta.
CONSTRUCCIÓN Y SANTUARIO FUNDRAISING
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Bienvenido a Nuestra Señora de La Vang. Este es el 10º año de nuestro aniversario Celebre el año Chung. Junto Parish le invitamos a compartir nuestra contribución Especialmente nuestra campaña por un nuevo edificio y el Santuario de Santa Maria de Lavang
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