Domingo, Septiembre 8, 2024 

¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo! 

En el mundo de hoy, muchas personas luchan contra enfermedades que afectan gravemente su salud física y las sumergen en la oscuridad, la tristeza y la desesperación. A pesar de nuestros avances en medicina y tecnología (nuevos tratamientos, medidas preventivas y descubrimientos innovadores), la humanidad sigue limitada a la hora de abordar todos los aspectos del sufrimiento físico y mental. In-cluso las personas más brillantes, talentosas y exitosas anhelan sanaciones especiales del alma. Por lo tanto, muchos acuden a Dios en busca de alimento espiritual, paz interior, confianza sincera en Su providencia y una fe firme en la promesa de vida eterna con Él. También comparten esta presencia divina con quienes los rodean, con la esperanza de que el poder sanador de Dios repare vidas rotas, calme corazones atribulados, ilumine mentes confusas y guíe a las almas perdidas hacia la paz, el amor y el respeto. 

Mis hermanos y hermanas en Cristo, 

En las lecturas de hoy, se nos invita a reflexionar sobre estos temas de la sanación divina y la compa-sión. La primera lectura de Isaías nos anima a acercarnos a Dios con confianza durante nuestras prue-bas. Él promete protegernos y salvarnos, abordando no solo nuestras dolencias físicas sino también nuestras heridas espirituales. La segunda lectura de Santiago nos llama a practicar la justicia y el amor en nuestras interacciones con los demás, reflejando el enfoque inclusivo y transformador del ministerio de Jesús. Se nos insiste evitar el favoritismo y a acoger a cada persona con cuidado ge-nuino. En el Evangelio, Jesús realiza un profundo milagro para sanar a un hombre sordomudo cuando la gente se lo llevó a Jesús. Este acto no sólo restaura su capacidad física sino también su dignidad y capacidad de recibir la gracia de Dios. Que estos mensajes nos inspiren a buscar la curación de Dios para las dolencias de nuestras almas que se encuentran más allá del alcance de la ciencia y la medici-na. Acerquémonos a Dios con esperanza y confianza, pidiéndole por su gracia para sanarnos y guiar-nos en nuestro camino hacia la paz y la plenitud eternas. 

¡Sinceramente suyo en Jesucristo y Nuestra Señora de La Vang! 

Reverendo Kiet Anh Ta.