Domingo, Enero 19, 2025

¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo! La lectura del

Evangelio de este fin de semana relata las Bodas de Caná, donde Jesús comienza Su ministerio público y realiza Su primer milagro al convertir el agua en vino. Cuando se acaba el vino, momento de posible vergüenza para los anfitriones, María se dirige a Jesús y le pide ayuda. Al principio, Jesús responde: “Aún no ha llegado mi hora”, lo que podría sugerir que aún no ha llegado el momento de revelar su identidad sagrada y su poder divino. Sin embargo, en respuesta al pedido de Su madre y para abordar la escasez, Él realiza el milagro. La transformación del agua en vino tiene un profundo significado espiritual. En la tradición judía, el vino es un símbolo de alegría y bendición, y el “mejor vino” que Jesús proporciona señala la llegada del Reino de Dios, donde el gozo eterno y la misericordia divina superarán todo lo experimentado antes. Este milagro señala la llegada del nuevo pacto, marcado por la abundante gracia de Dios.

A través de este primer milagro en el banquete de bodas, aprendemos que Jesús siempre está atento a nuestras oraciones y se preocupa profundamente por nuestras necesidades, tanto grandes como pequeñas. Él desea llenar nuestras vidas con Su abundancia, proporcionándonos más de lo que podemos imaginar. Este milagro también nos invita a confiar en la providencia de Dios, especialmente en los momentos cotidianos y en las situaciones inesperadas. Nos anima a llevarle nuestras preocupaciones y a tener fe en su capacidad para transformar lo ordinario en extraordinario.

En nuestra vida diaria, hay momentos en los que sentimos que "se nos ha acabado el vino" y nos cuesta encontrar la alegría. Es posible que enfrentemos noticias difíciles, caidas inesperados o experimentemos momentos de profunda tristeza. Nuestras relaciones con los demás a veces pueden perder su sabor y volverse tan insípidas como el agua. En estos momentos, estamos llamados a acudir a Dios, compartir nuestras preocupaciones con Él y confiar en Su ayuda. Abrámonos a experimentar Su poder misterioso y transformador, tal como lo compartió bellamente el obispo Fausto de Riez en sus sermones: “El agua en las tinajas no es menos de lo que era antes, pero ahora comienza a ser lo que no había sido; Así también la ley no es destruida por la venida de Cristo, sino que es mejorada de lo que era. Cuando falta el vino, se sirve vino nuevo: el vino del antiguo pacto era bueno, pero el vino del nuevo es mejor. El antiguo pacto, que siguen los judíos, se agota en su letra; el nuevo pacto, que nos pertenece, tiene sabor de vida y está lleno de gracia”. (Sermón 5 sobre la “Epifanía”).

¡Sinceramente suyo en Jesucristo y Nuestra Señora de La Vang!

Reverendo Kiet Anh Ta.