Domingo Julio 20, 2025
Queridos hermanos y hermanas,
En el Evangelio de este fin de semana, Lucas 10:38-42, Marta comete un grave error al priorizar las tareas para Jesús sobre la oportunidad de simplemente estar con Él. Primero, abrumada por la ansiedad, se distrae de Su presencia y per-mite que el estrés distorsione incluso su sincero deseo de servirle. Segundo, Marta deja que su frustración dañe el víncu-lo de hermandad. En lugar de acercarse a María con comprensión, Marta proyecta su irritación, la acusa de pereza y la culpa por descuidar sus deberes. Tercero, Marta presenta su queja a Jesús, no con confianza, sino con juicio y exigencia. Cuestiona su cuidado, duda de su justicia e incluso intenta dirigir su respuesta. Como resultado, su servicio sincero pier-de sentido. Lo que debería haber sido un momento de compasión, hospitalidad y discipulado se ve marcado por priori-dades equivocadas, tensión relacional y una oportunidad perdida de descansar en la presencia del Señor.
En la vida diaria, todos cometemos errores a veces, al igual que Marta. Las prácticas religiosas y las obras de caridad son dos grandes ejemplos.
Cuando la fe moldea nuestra vida, en quiénes nos convertimos y en quién confiamos, nuestras prácticas diarias le dan su verdadera expresión. Nos ayudan a responder al amor de Dios, a dar testimonio de nuestras creencias, a mantenernos firmes ante los ataques espirituales, a experimentar una transformación interior, a tomar decisiones sabias y a permane-cer atentos a la voluntad, los mandamientos y la misericordia de Dios, incluso en los momentos cotidianos de la vida. Sin embargo, a veces caemos en el hábito de hacer las cosas por inercia. Nuestras prácticas religiosas, que antes nos da-ban vida, pueden empezar a sentirse como rutinas vacías u obligaciones indeseadas. Cuando esto sucede, las opiniones personales, la pereza, la procrastinación y el egocentrismo pueden llenar nuestra mente, bloquear nuestro corazón y ale-jarnos del propósito más profundo de nuestra fe. Como resultado, podemos encontrarnos quejándonos, sintiéndonos des-conectados de Dios, solos en la comunidad fiel y perdidos en el camino del discipulado.
Además, la caridad católica, arraigada en la vida de Cristo, es amor en acción y una virtud espiritual que se manifiesta a través del sacrificio, la misericordia y el apoyo. No es una simple ayuda generosa ni busca obtener reconocimiento o beneficio personal. Es, más bien, la expresión externa de los mandamientos inseparables de amar a Dios y al prójimo. Fluye de la gracia de Dios y se extiende a sus hijos, nuestros hermanos y hermanas en Cristo, y miembros de la Iglesia universal. Sin embargo, a veces podemos permitir que la debilidad humana, las influencias negativas o las distracciones cotidianas nos desvíen de esta misión. Cuando la caridad se siente pesada, la alegría en la caridad puede ser reemplazada por el resentimiento o el cansancio. En esos momentos, podemos volver a caer en la queja, sintiéndonos abrumados, aislados en nuestros esfuerzos o tratados injustamente en comparación con los demás.
Entonces, ¿deberíamos entender que lo que Jesús le recordó a Marta es también lo que debemos mantener en el centro de nuestras prácticas religiosas y actos de caridad?
¡Sinceramente suyo en Jesucristo y Nuestra Señora de La Vang!
Reverendo Kiet Anh Ta.
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